Tras el regreso de Cristóbal Colón a España de su segundo viaje al Nuevo Mundo, su hermano Bartolomé inició una exploración general de la isla que le llevaría a la costa sur por indicación de Miguel Díaz, un soldado español que, huyendo de la justicia castellana por participar en un duelo, se encontró por casualidad con gran cantidad de oro cerca de la desembocadura del río Haina.
La leyenda cuenta que en su huida conoció a una bella princesa india que quedó enamorada de él y con la que convivió durante algún tiempo, pero Miguel echaba de menos a sus compatriotas, y esto le tenía triste y melancólico. La princesa, de nombre Catalina, le preocupaba que esta tristeza le hiciera volver a la Isabela y para evitarlo y sabiendo qué era lo que más les gustaba a los europeos, le enseñó donde podía encontrar ese metal y así atraerlos a su zona para que su amado se quedase junto a ella. No sabía que con ese gesto iba a provocar la fundación de la ciudad más importante durante el primer siglo de existencia del Nuevo Mundo.
Miguel marchó a la Isabela para rebelar el magnífico hallazgo y de esta manera obtener el perdón del Adelantado. Evidentemente fue perdonado a condición de que les llevase hasta esas minas y poder comprobar que lo que contaba era cierto. Así fue como llegaron a la costa sur de la isla Española y confirmaron que el río Haina transportaba tanto oro que podía cogerse fácilmente con las manos y que por la zona había muchas más minas.
Construyeron el fuerte San Cristóbal o de la Buenaventura para iniciar los trabajos de explotación de la región, pero esta no era la más adecuada para fundar la nueva ciudad que su hermano Cristóbal le había ordenado que fundase. Exploraron el área y encontraron la desembocadura del río Ozama, ancho y caudaloso río con un puerto natural bien profundo y de cristalinas aguas. Este sería el germen de la nueva ciudad que fundaría el Adelantado Bartolomé Colón en el año 1498, cuyo nombre inicial fue el de Nueva Isabela, pero al poco tiempo cambiarían por el de Santo Domingo de Guzmán, según dicen unos por haber sido el día de Santo Domingo el de su fundación y según otros por llamarse Domingo el padre o el abuelo de los hermanos Colón.
En principio quedaron allí veinte hombres acuartelados a los que se unieron los trabajadores que llegaron con Pedro Alonso Niño en las tres carabelas que se separaron del convoy de Colón en las islas Canarias. Los trabajos comenzaron en la vertiente oriental del Ozama, ya que según costumbre de la época las ciudades debían construirse “protegiendo mediante su sombra” el cauce del río del ardiente sol durante la mañana para que el agua se mantuviese fresca la mayor parte del día. Poco después toda la población de la Isabela o lo que quedaba de ella sería trasladada a este emplazamiento, quedando esta completamente abandonada.
En la actualidad Santo Domingo es la capital de la República Dominicana, con tres millones de habitantes y con una Ciudad Colonial digna de ser visitada y admirada por su belleza y magnífico estado de conservación.