La mita incaica
La palabra quechua “mita” significa ‘turno’ y dio nombre a un sistema de tributación o de colaboración comunal prehispánico implementado en el Tahuantinsuyo (Perú). En esta zona incaica no existían los tributos monetarios, los tributarios, también llamados “hatunrunas” o gente del común, eran varones en edad de trabajar, que cumplían con su obligación para con el estado inca mediante el trabajo manual que tenían que realizar cada cierto tiempo y durante un intervalo de tiempo dado. Estos trabajos se ejecutaban principalmente en infraestructuras como templos, acueductos, puentes, etc., es decir, en obras públicas, aunque también había mitas de muy diversos tipos como para tareas de guerra, musicales, de transporte, etc. Con esta labor contribuían al sostenimiento de la sociedad incaica y de la jerarquía en el poder, incluso también realizaban trabajos solidarios para con personas que por enfermedades o vejez no podían acometer por sí solos, es decir, la mita también tenía un componente de solidaridad social.
La nueva sociedad hispana
Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo en el siglo XV trataron de imponer su forma de sociedad, en lo económico y en lo laboral, a los nativos de las islas Caribeñas. Esto provocó un auténtico desastre en estas poblaciones que de vivir en una economía de subsistencia y de vida contemplativa pasaron a formar parte de una sociedad en la que se les imponían unas tareas a las que no estaban acostumbrados con unos horarios, para ellos, agotadores. Estos cambios en su forma de vida les supuso un duro impacto, a lo que se sumó también las enfermedades transportadas por los europeos que se cebaron con los indios al no disponer de defensas contra ellas. Ello llevó a una caída abrupta de la natalidad descendiendo la población vertiginosamente en muy pocos años. El desastre no fue solo para ellos, también lo fue para los españoles que residían allí porque sin la mano de obra nativa no había forma de levantar y hacer prosperar esa sociedad. Este hecho fue el que obligó unos años más tarde a la importación de esclavos negros para sustituir esa mano de obra.
Este fiasco llevó a la corona española a actuar de distinta forma en las siguientes conquistas. Se dieron cuenta de que lo más inteligente era tocar lo mínimo las estructuras económicas y laborales ya existentes y tratar de optimizarlas para mejorar su rendimiento. Por ello en las posteriores conquistas, como fueron las de México y el Perú, se conservaron las formas de explotación laboral y de tributación locales. Tal es el caso de la mita incaica. Una institución que, como decíamos al principio, ya existía antes de la conquista del Perú por Francisco Pizarro y fue adoptada por las nuevas autoridades españolas para no cambiar las estructuras económicas y fiscales con la nueva administración y de esta manera poder disponer de mano de obra para el desarrollo y progreso de la nueva sociedad hispanoamericana.
La mita virreinal
La mita durante la época virreinal fue establecida por el virrey Francisco de Toledo para aumentar la rentabilidad del virreinato del Perú. El sistema lo gestionaba un funcionario, el corregidor, que controlaba el territorio que se le asignaba, lo visitaba y cuidaba que la ley se cumpliese en él, presidía el cabildo y mantenía una padrón local con los habitantes de su jurisdicción que debía de actualizar cada tres años. Con respecto a los indios les administraba justicia, vigilaba las relaciones comerciales entre españoles y nativos y cobraba los tributos y tasas a través de los curacas. Este funcionario también establecía las necesidades de mano de obra mitaya, que nunca podía superar el 4-7% de la población nativa de un ayllo o comunidad y coordinaba con el cacique de dicha comunidad que procedía a seleccionar a los nativos que realizarían el servicio. Se intentaba que los mitayos residiesen cerca de las zonas donde se realizarían los trabajos para evitar grandes desplazamientos y los inconvenientes que ello produciría. El encomendero o hacendado al que se entregaban los mitayos estaba obligado a pagar un salario al trabajador fijado por las autoridades y le retenía el tributo acordado. Dependiendo de la zona este tributo podía ser en especie, dinero o trabajo manual, siendo ésta última la forma más habitual de liquidarlo. Estas mitas se podían encontrar en los principales sectores económicos como la agricultura, la ganadería y el comercio.
La mita del Potosí
Las mitas normales no requerían de grandes masas de mano de obra, con los mitayos de las comunicades cercanas normalmente se cubrían estas necesidades, sin embargo fue en la minería donde la mita tuvo unas características muy propias y en donde hicieron falta ingentes cantidades de trabajadores, se supone que con un tope de un séptimo de la población nativa, algo que las comunidades cercanas a la mina no podían cubrir. Esta insuficiencia de mano de obra llevó a tener que recurrir a comunidades mucho más lejanas generando grandes éxodos que incluían un período de tiempo más amplio de servicio. El virrey Toledo especificó que solo la mina del Potosí requería de unos 14000 nativos al año para mantenerla funcionando. Y un problema muy característico de esta ciudad eran los altos precios de productos básicos por lo que los mitayos que trabajaban en Potosí no lograban sostenerse con su pequeño sueldo lo que provocaba que tuvieran que trabajar adicionalmente de forma independiente para obtener algún ingreso que llevar a su casa. Los grandes desplazamientos provocaban en los nativos que no pudiesen atender las labores propias de su casa llevándoles a la ruina de sus cultivos y a la pobreza más extrema. También las terribles condiciones de trabajo en la mina llevó a numerosos indios a la enfermedad y a la muerte.
En definitiva la mita fue un sistema aprovechado por las autoridades españoles para reclutar mano de obra entre los nativos y poder desarrollar y rentabilizar económicamente los territorios. Al ser un sistema ya conocido por los indios les costó mucho menos someterse al mismo y lo aceptaron con relativa normalidad.