Artículo de opinión extraído del diario peruano Diario Correo. Lo añado aquí por que creo que dice muchas verdades.
Fuente: http://diariocorreo.pe/columna/97597/los-descendientes-de-pizarro/
Autor: José Barba Caballero
Lima – Es la frase que los intelectuales marxistas emplean para señalar lo que ellos llaman “La clase dominante que manda en el Perú”. Esto supone que hay otra raza; algo así como los “descendientes de los incas”, cuyo rescate, dignificación y empoderamiento están pendientes. ¡Pobres alumnos de estos profes!
Parece cosa de locos, pero en el Perú existen millones de ciudadanos (muchos de ellos con título universitario) que creen que Pizarro y todos los demás conquistadores fueron execrables invasores contra quienes la nación peruana reaccionó exitosamente trescientos años más tarde, derrotándolos y expulsándolos de nuestro territorio. Lo que no entienden o no quieren entender estos descomunales bobos es que Pizarro no conquistó el Perú, sino a un conjunto de culturas precolombinas que se encontraban en el estado medio de la barbarie: no conocían el hierro, la rueda ni la escritura, y su sistema político era tan débil que, con el simple expediente de reducir a su clase dirigente, se metieron en el bolsillo al Imperio de los Incas.
Como bien lo han señalado Basadre, José A. del Busto y otros historiadores, Pizarro fue actor y autor de algo irreversible que se llama Perú: Él es el principio de la sangre española, la llegada a estas tierras de la Cultura Occidental, el fundador de Lima, el cimentador de la nación peruana. Es por estas razones que Pizarro deviene en el personaje más importante de nuestra historia. Enseñar en los colegios y universidades que somos solo descendientes de aquellos indios y víctimas al igual que ellos de Occidente es, a todas luces, una estupidez. Gracias a la furia lúbrica de los españoles y a su formidable capacidad para engendrar bastardos, hoy no somos ni indios ni españoles, sino peruanos; es decir: mestizos, cholos, descendientes de vencedores y vencidos.
Hoy por hoy, los llamados indios puros en el Perú y el resto de América Latina no pasan del 10%. Su situación, desde todo punto de vista, es deplorable y su inclusión social debe ser una meta prioritaria. Pero lo que es absolutamente falso e insidioso es que nuestro “ser esencial” se derive de los aborígenes americanos. Por la forma en que vivimos, hablamos, comemos y pensamos, somos fundamentalmente herederos biológicos y culturales de los presuntos invasores. Esta grosera interpretación de nuestra historia no solo demuestra el poder de la mentira, sino también nuestra inmensa capacidad para el autoengaño; de aquí que la lucha contra la mentira oficial sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma.