Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/10/actualidad/1399735208_495369.html
Ilustración de Jerónimo Berruecos del navío Juncal.
Algo se mueve bajo el agua. La libertad de los cazatesoros para explotar a sus anchas el patrimonio histórico sumergido se va achicando. México y España darán en breve un significativo paso al aliarse para investigar y proteger los fondos arqueológicos submarinos. Durante la próxima visita de Estado del presidente Enrique Peña Nieto a España, prevista para los días 9 y 10 de junio, ambos países firmarán un memorando de entendimiento “para la cooperación en la gestión, investigación, protección, conservación y preservación de recursos y sitios del Patrimonio Cultural Subacuático”, según ha confirmado el Ministerio de Asuntos Exteriores.
El acuerdo, que suscribirán el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), despejaría una hipotética pugna diplomática por los restos del mítico Juncal, un galeón español del siglo XVII hundido durante su travesía entre Veracruz y La Habana con un millón de monedas de plata y reales y que el INAH lleva años investigando.
“La colaboración científica y de protección legal es indispensable entre ambos países, ya que tenemos una historia marítima tejida en conjunto a lo largo de varios siglos. Además, es la oportunidad para generar un modelo de participación conjunta y mostrar que trabajando en equipo se logran mejores resultados que discutiendo a favor o en contra de los dos países. La ciencia y el conocimiento no tienen fronteras”, defiende Pilar Luna, subdirectora de Arqueología Subacuática del INAH y figura emblemática en la defensa del patrimonio subacuático , en un correo electrónico.
En las aguas de México, el instituto ha contabilizado más de 300 pecios. La Armada española, por su parte, ha documentado allí el hundimiento de 36 barcos propios —en todo el mundo se han inventariado hasta el momento 1.580 naufragios españoles—, gracias a un proyecto de investigación que le permitió rastrear sus principales archivos (Viso del Marqués, Madrid y Murcia).
Los documentos históricos resultaron cruciales para decantar a favor de España el pleito contra Odyssey por el tesoro de La Mercedes y lo han sido para reconstruir la peripecia novelesca del Juncal.
El navío, que había zarpado de Veracruz con más de 300 personas a bordo y una carga valiosa de plata, metales preciosos, chocolate, sedas y tintes, también despertó el apetito de la empresa de cazatesoros. En 2009 Odyssey intentó sin éxito que el Gobierno de México le autorizase los trabajos para localizar el galeón.
No fue el primer buscador de tesoros que olfateó el potencial del Juncal. En los años setenta varias empresas se interesaron por el pecio. Su afán alertó a la Administración mexicana, que ha mantenido una férrea oposición frente a los expoliadores. La búsqueda del navío se convirtió en un asunto de Estado. Se ha reconstruido su historia a partir de archivos de México, España, Colombia, Guatemala, Cuba e Inglaterra y se han realizado tres campañas con un buque oceanográfico de la Universidad de México para rastrear un área de 1.500 kilómetros cuadrados en la Sonda de Campeche, donde se estima que se produjo el hundimiento.
El perímetro se ha delimitado a partir de un modelo matemático que fusiona la información histórica con datos de las corrientes marinas y la meteorología local en aquellos días de octubre de 1631. El INAH, según la historiadora Flor Trejo, está recaudando fondos para financiar una próxima campaña de prospección en 2015 (en la anterior, de 2012, se barrió un área de 385 kilómetros cuadrados), en la que participan oceanógrafos, arqueólogos, geofísicos, historiadores e ingenieros.
Pocas personas conocen los entresijos de la dramática singladura del Nuestra Señora del Juncal como Flor Trejo, que se sumergió en la investigación en 1997 y que sigue narrándola con la fascinación de la primera vez. “Ya los personajes son mis amigos. Sé de qué color son sus cabellos y cuáles eran sus desgracias personales”, bromea durante una comida en Matadero en Madrid, donde ha participado en unas jornadas sobre arqueología subacuática.
Como todas las tragedias, también la del Juncal, está repleta de azares que parecen señales de aviso que nadie vio. Un día antes de zarpar falleció Miguel de Echazarreta, capitán general de la flota de la Nueva España, a la que pertenecía el galeón. “Entonces discuten si salir o no, pero a Felipe IV le urgía la plata y se hacen a la mar igualmente”, recuerda Trejo. La flota de la Nueva España, compuesta por 13 barcos (de los cuales se pierden cinco), zarpa el 14 de octubre de 1631 de Veracruz con el Juncal dañado. “Tenía entradas de agua que no habían reparado y cuando comienza un temporal a los pocos días, tienen que achicar agua día y noche, no maniobran bien y llegan a cortar el mástil mayor”.
Después de dos semanas de mar convulsa el Juncal se hunde. Sobreviven 39 personas (un comerciante, un religioso y 37 tripulantes), que se salvan a bordo de una pequeña lancha (también agujereada). “Era la barca que debía usarse para poner a salvo la correspondencia del rey, a los nobles, al capitán y al piloto. Los nobles del Juncal habían sobornado con joyas al contramaestre para salvarse en esa lancha, pero no lograron botarla al agua al carecer de mástil mayor, así que se fueron a sus camarotes para prepararse para morir. Y son los primeros en hacerlo cuando el navío se hunde”.
Los supervivientes combaten las entradas de agua con sus bonetes. “Era como intentar salvarse en una coladera, que además llevaba más gente de la que podía soportar”. Deciden por unanimidad aligerar peso echando por la borda al religioso. Sus ruegos, finalmente, convencen a los 38 restantes, que deciden perdonarle la vida. “Acuerdan entre todos deshacerse de la mitad de las joyas y del botín entregado por los nobles al contramaestre y repartirse el resto al llegar a tierra”. Tras una noche combatiendo las vías de agua, al amanecer son rescatados por el patache (la pequeña embarcación que llevaba avisos entre los navíos de la flota de la Nueva España). Nada más subir a bordo, la lancha que les había librado del naufragio se hunde.
La historiadora relata que, una vez desembarcados en Campeche, les detienen y les acusan de haberse amotinado y haber causado el naufragio, tras ser acusados por el religioso. Cuando comparecen ante la Casa de la Contratación en Sevilla, son absueltos. Sus declaraciones en el proceso han permitido a Trejo reconstruir aquellas horas de 1631 que darían lugar a una leyenda, y que ha relatado en su libro La flota de la Nueva España (1630-1631). Vicisitudes y naufragio, publicado en México en 2003. Tanto la peripecia histórica como la científica figuran también en el documental Tras la huella del Juncal, presentado en 2013 y elaborado por el equipo del INAH.
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